El arte de construir un legado con José Carlos Ruiz
Episodio 352
¿Te has preguntado alguna vez qué herencia dejarías si supieras que tu tiempo está a punto de terminar?
Ese es el tema principal del programa de esta semana, donde aprenderás cómo la filosofía puede transformarse en un legado eterno con José Carlos Ruiz.
José Carlos, profesor en la Universidad de Córdoba y doctor en filosofía contemporánea, ha dedicado su carrera a acercar el pensamiento crítico a la vida cotidiana. su vez de leer El arte de pensar, ha superado los 75.000 ejemplares vendidos y su sección Más Platón y menos WhatsApp en la cadena SER es ya un referente en la divulgación filosófica. Hoy nos adentramos en Una mujer educada, su primera novela, que nos presenta a una brillante catedrática que ante un diagnóstico terminal, decide crear un legado filosófico para su hija a través de cartas. Una extraordinaria batalla entre el tiempo y el conocimiento, entre el deber maternal y el legado intelectual.
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Índice de la entrevista
05:30 - La transformación de ensayo a novela
10:45 - El dilema de la finitud y el legado
15:20 - Construcción de un legado filosófico
20:10 - La importancia de la conversación y la soledad
25:40 - Selección de temas fundamentales
30:15 - La crueldad y la sinceridad en la narrativa
35:50 - El erotismo y la temporalidad en la novela
40:25 - La rutina y la hiperproductividad
45:00 - Reflexiones sobre el éxito y el futuro
50:30 - La importancia de la educación y el legado personal
55:15 - Preguntas personales y reflexiones finales
Recursos mencionados
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El arte de pensar de José Carlos Ruiz | Amazon
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Aviso: el transcriptor a veces no nos entiende, pero vosotros seguro que sí.
Disculpa, si lees algún error en la transcripción.Quique: ¿Te has preguntado alguna vez qué herencia dejarías si supieras que tu tiempo está a punto de terminar? Ese es el tema principal del programa de esta semana, donde aprenderás cómo la filosofía puede transformarse en un legado eterno con José Carlos Ruiz. José Carlos, profesor en la Universidad de Córdoba y doctor en filosofía contemporánea, ha dedicado su carrera a acercar el pensamiento crítico a la vida cotidiana. su vez de leer El arte de pensar, ha superado los 75.000 ejemplares vendidos y su sección Más Platón y menos WhatsApp en la cadena SER es ya un referente en la divulgación filosófica. Hoy nos adentramos en Una mujer educada, su primera novela, que nos presenta a una brillante catedrática que ante un diagnóstico terminal, decide crear un legado filosófico para su hija a través de cartas. Una extraordinaria batalla entre el tiempo y el conocimiento, entre el deber maternal y el legado intelectual. Bienvenidos a un nuevo episodio de KENSO, el podcast donde descubrirás cómo vivir la afectividad para ser más feliz. Soy Quique Gonzalo, aprendiz en convertir las despedidas en lecciones que perduran más allá del tiempo. José Carlos Ruiz, bienvenido de nuevo al podcast de KENSO.
José Carlos: Bueno, pero ha cambiado mucho esto para mejor. Es una maravilla la evolución que habéis tenido desde la última vez que hicimos el podcast, hace ya unos años.
Quique: Como me decías ahora mismo, si cambiamos, por lo menos que sea a mejor. Y siguiendo esta conversación que estábamos teniendo, me gustaría comenzar por el final del libro. Me decías que cada vez tienes menos cosas claras. Y sin embargo, hay otras, que esas mínimas que se están quedando, que sí son claras, es como el final de este libro.
José Carlos: Sí, de hecho, todo el libro que es un alegato a la construcción del legado, que el legado podemos dejar o queremos dejar a los que se quedan detrás cuando ya no estemos, En el fondo se reduce a una idea muy básica que me parecía brillante en el sentido de que el personaje principal tenía que dejar una sola idea al final, reducir todo ese proceso. Y utiliza un pequeño texto de Ítalo Calvino, con el que cierro el libro, donde dice que si pudiera dejarle algo a mi hija como deseo, si tuviera que decir qué me gustaría que mi hija o mi hijo fuese capaz de hacer en su vida, Dice que encontrará dentro del infierno algo que no sea infierno. Es decir, me parece que quizás sea lo más importante de la vida, educar a una persona o tener la capacidad propia de que, a pesar de los pesares, ocurra lo que ocurra, tienen la capacidad de poner el prisma de encontrar aquello que brilla dentro de la oscuridad. que en el infierno que nos rodea muchas veces, en esos momentos de pesadumbre terrorífico, tengas esa capacidad increíble de tener ese toque luminoso. Ese deseo de alguien hacia su ser querido como una hija. sea capaz de encontrar dentro de lo que es infierno aquello que no es infierno, me parecía la lección principal. Es con lo que se cierra en el texto de Ítalo Calvino la novela y esto no es que ahora se le dice spoiler, pero no es un spoiler porque el texto de Ítalo Calvino no es mío. Hay una referencia al texto y digamos que es simbólica.
Quique: Una mujer educada, tengo que darte las gracias por ello porque te comentaba que me lo leí en un viaje de ida Y, en cierto modo, lo asimilé en un viaje de vuelta, porque vivo en una situación en la que yo creo que muchos nos podemos sentir identificados con este libro y es, oye, qué legado dejas a las personas que te rodean, ese toque luminoso del que tú hablabas. ¿Qué te ha supuesto para ti pasar del ensayo a la novela? Además, no una novela fácil, sino una novela que provoca, o a mí es la sensación que tuve, un vacío justo al terminar de leerla y, al mismo tiempo, una inmensidad de emociones, de sensaciones, de querer hacer. En tu caso, ¿cuál fue ese viaje?
José Carlos: Me alegro que provocase la lectura en ti esa sensación encontrada de un vacío, pero un apetito de creación. Porque, en el fondo, conjuga a esos dos elementos existenciales de la pesadumbre de saber que tenemos finitud y que tomas conciencia de la finitud y, por lo tanto, la necesidad de combatir esa pesadumbre con el elemento más importante que tenemos, que es la creación. Es decir, eso que nos convierte en seres proyectivos. Y en el fondo toda la novela tiene esa línea narrativa. A mí me supuso una oquedad emocional que no había experimentado con ninguna narrativa previa. Yo terminé la novela y pasé dos días y medio o tres de una tristeza inmensa. Y me parecía algo irreal. Jamás pensé que acompañar a este personaje, a ella sobre todo, y todo ese mundo que se crea alrededor de ella. Acompañar durante dos años y medio que me llevó a escribir la novela. Recuerdo el día en que cerré la novela y la mandé a mi editora y le dije que ya estaba terminada. A partir de ese momento tuve dos días y medio de duelo. Un duelo como si hubiese sido alguien muy personal. no iba a volver a ella, no iba a tener que pensar en su narrativa ni en sus problemáticas, no iba a pensar en su hija ni en sus padres… Era como si se hubiese generado un juego que no existía previamente en la novela. Esto no me pasaba con el ensayo. Cuando me planteo un ensayo y estoy investigando un tema, miro qué se ha dicho del tema, intento ver qué puedo aportar de luz sobre ese tema que no se ha dicho antes, qué perspectiva Puedo poner sobre el tapete que hagan que el lector le provoque una reflexión. Entonces, cuando trabajo el ensayo, busco mucho la creatividad del enfoque. Pero son temas que, aunque me afectan a mí, porque son temas que elijo de alguna manera porque considero importantes y, por lo tanto, me afectan, no llegaban a entrar en procesos biográficos tan profundos como ésta. Esa sensación que tú has tenido de vacío al final, inmenso, la tuve como si hubiese sido alguien querido por mí, que en mi cabeza ha vivido muchísimo tiempo y que me ha acompañado como una extensión del yo. Es inevitable, en mi caso. Me resultó de una belleza inmensa tener esta sensación. Era un sentimiento estético. que profundicé mucho y que me ha generado un apetito de volver a ese sentimiento. Me he quedado con ganas y es bueno. Siempre pienso que cuando te quedas con ganas de algo, es que tarde o temprano vas a intentar saciarla.
Quique: De hecho, una de las preguntas que tenía para ti, y la dejaré un poco para el final, tiene que ver con eso. Porque yo también me quedé con ganas de más. El personaje… No desvelaremos la trama, pero se encuentra con una enfermedad decidiendo, mortal, qué hacer con el final de sus días. Y toma una decisión valiente que empieza a provocar emociones, sinceridad, sincericidios también.
José Carlos: Una palabra dura, ¿eh?
Quique: Una palabra tremendamente dura. momentos que, a lo mejor, en la vida, cuando pensamos que vamos a durar para siempre o que nuestro tiempo es eterno, no nos planteamos por qué es necesario a veces el choque de la realidad con la finitud.
José Carlos: Es que todos vivimos sin la conciencia de la finitud explícita. Sabemos que somos mortales, no hay duda. Y además, se testimonia a medida que creces cuando tú serás querido abandonan esta vida. Y entonces lo vas viendo y lo percibes porque la muerte siempre se percibe a través de los ojos del otro. Es decir, abandonan tus seres queridos esta vida y tú entras ahí en la conciencia de que no volverás a hablar con ellos nunca más, no te acompañarán, no podrás compartir momentos. Pero no se te ocurre pensar que tú estés en esa situación porque si no la angustia existencial sería enorme. Es decir, los existencialistas, los filósofos ya habían tratado este tema en profundidad. Y era el absurdo de que tomes conciencia de que eres finito y por lo tanto todo lo que estás haciendo no perdurará de ninguna manera. Y de ahí que llegamos a las artes y a la creación pensando en dejar ese legado. Y me parecía muy importante, porque he llegado a tener experiencias personales muy parecidas a la del personaje de la novela, que alguien que toma conciencia de su finitud y le dicen tienes una fecha determinada de finitud y te queda muy poco tiempo de vida, Es un dilema existencial. ¿Cómo planteas esos meses de vida? Porque cada biografía plantea el enfoque de un proceso muy singular. Ahora, si pudiéramos elegir el legado que vas a dejar a alguien… Porque a veces nosotros, lo queramos o no, estamos construyendo legado constantemente. De manera consciente o inconsciente, tú estás dejando una herencia a nivel ético, a nivel estético, a nivel epistemológico… Vas dejando herencias a los que están a tu alrededor. Es decir, vas construyendo un legado. Pero si te digo que seas consciente del legado y que te queda poco tiempo, el dilema que se te plantea es qué cosas introduzco en ese legado y qué cosas dejo fuera. Qué cosas de mi vida me gustaría decirle a mis seres queridos que he considerado relevantes para que me conozcan cuando ya no esté. Y qué cosas considero que puedo prescindir. Es decir, que me obligan a esos seis meses de vida que me quedan a jerarquizar. Me obligan a situarme en una posición donde tengo que valorar aquello que de verdad considero que trasciende a lo cotidiano y se convierte en esencial. Y eso me parece que es un mensaje que todo el mundo tendría que alguna vez en su vida pararse a pensar. Decir, bueno, yo no tengo conciencia de la finitud, pero si la tuviera, y supiera que me queda poco, qué cosas de verdad consideraría relevantes. Porque tengo la sensación de que lo cotidiano en esta contemporaneidad impide estos procesos reflexivos. Es decir, el acontecer, qué se impone, la turbotemporalidad, el hiperestímulo, no te deja tiempo para que tu jerarquices la vida. Y por lo tanto, Llegado el momento puede que nos arrepintamos mucho de no haber tenido este pensamiento. Entonces el lector o la lectora que llegue a esta novela, al menos que tenga esa capacidad de empezar a replantearse qué temas son los que dejarías como legado a tu hija o a tu hijo si fuera chiquitito. Me costó mucho seleccionar esos temas.
Quique: Y es que me parece interesantísimo lo que acabas de compartir, José Carlos, porque la decisión de tu protagonista, que voy a apropiarme también de su historia, de nuestra protagonista, es dejar un legado a su hija. para un momento que, mientras podría a lo mejor estar con ella, decide construir el legado. Y me gusta porque hablabas de la epistemología, pero también hablas de la etimología. Y le deja una conversación a su hija. Una conversación para cuando su hija tenga también esa capacidad de conversar con ella. Porque etimológicamente hablando, ahora nos contarás el significado de ese viaje juntos, Y muchas veces a mí lo que me sorprendió es que probablemente buscaríamos más desde el egoísmo el estar presentes en ese momento y ella decide apartarse del momento para irse a cuando su hija de verdad necesite a esa madre. ¿Cómo es esa construcción de un legado tan maravilloso como lo has hecho en esas hojas?
José Carlos: Esa idea la tenía clara desde el principio. Cuando a nuestra protagonista de 43 años sabe que le quedan pocos meses y que tiene una bebé de 18 meses de vida, es decir, añito y medio, un crío, que está en una edad deliciosa para eschucharlo, besuquearlo, ver cómo empieza a hablar, cómo anda… Son edades únicas en los procesos emocionales para los que somos adultos, en ese compartir. Pero el problema que tiene ella es que tiene que trascender a mi propio egoísmo de pasar los últimos meses de mi vida dándole a chuchones a mi bebé, porque eso a medio o largo plazo no le va a beneficiar en nada, en el sentido de que no se va a acordar, no va a tener una imagen de mí. Entonces la preocupación que ella tiene es cómo puedo dejar una imagen de mí Sacrificando incluso mi propio bienestar de pasar ese tiempo con mi hija. Hay un reproche moral, incluso en la misma novela, que le dicen que es un poco egoísta que abandones. Y ella dice que lo egoísta sería estar con mi hija en estos momentos. Sería muy egoísta porque no estaría construyendo el legado que creo que va a ser más útil para ella, que le va a nutrir más a nivel emocional, que va a poder tener una imagen de su madre a través de lo que le estoy construyendo en ese legado. Para mí estaba clara la decisión Y es un sacrificio que trasciende el ego, que va más allá de ese apetito emocional del momento. Y creo que es una conciencia del futuro que no se tiene hoy en día. También te digo, yo he sido docente de secundaria y bachillerato 20 años, ahora soy docente de universidad, mi mujer es maestra de infantil y primaria, y mi madre ha sido maestra toda su vida. Estoy rodeado de docentes en mi familia. una especie de visión pedagógica de la vida de manera inevitable. Y tener una visión pedagógica implica tener una percepción del futuro que tenga una entidad en todo lo que haces. Ella es catedrática de filosofía de universidad, una catedrática brillantísima. Y el concepto de futuro lo tiene muy claro. Si yo puedo construir el futuro a través de este legado, es preferible esto a engrandecer el presente, esto que te dicen, pon la atención en el momento presente constantemente. No es tan importante eso cuando quieres trascender.
Quique: Al final, este personaje yo creo que hace un ejercicio maravilloso y es el cómo reflexionar sobre la finitud y la muerte En el fondo nos enseña a aprender a vivir mejor y de manera más bella el ahora. ¿Tú, cuando llevas las emociones a aprender a que la vida sea más bella, cómo consigues transmitirlo en este libro? ¿Qué viaje has tenido que hacer tan profundo? Porque no creo que haya sido nada fácil. Yo he acostumbrado a leer muchísimas novelas. Aquí me he encontrado una belleza de saber vivir mejor la vida que tenemos.
José Carlos: Hay varias cosas que me costaron mucho, pero hay una metodología de trabajo que me impuso. Es verdad que yo soy, y lo he dicho en todos los sitios, de… De mi compatriota te iba a decir no, pero bueno… Seneca es cordobés, es inevitable, yo soy cordobés, le tengo una admiración inmensa, especialmente a las cartas Lucilio. Y me parecía que hacer un homenaje a Seneca utilizando la misma metodología y la misma manera en la que Seneca se dirige al Lucilio. Fíjate, Seneca con 64 años, un año antes de morir, escribe esas cartas. La escribe sabiendo que es un testamento vital. Y se la escribe a Lucilio, que no sabemos si es su mejor discípulo o un personaje de ficción. Sea como sea, cada carta tiene cinco o seis paginitas y son consejos vitales que va transmitiendo. ¿Cómo podríamos construir una guía vital? A mí me parecía que esto en el siglo XXI no se había hecho lo suficientemente profundo como para que pudiéramos tener un libro parecido. Me parecía que meterlo en la novela se podía hacer con naturalidad sin soliventar la lectura de la novela, sin que la narrativa se perdiera. Y eso lo tuve siempre como fondo de referencia. Quería hacer esa guía vital de la que tú hablas, que me parecía importante que fuera profunda, que no fuese una guía que rozara lo sensiblero, sino que tuviera una enjundia intelectual a la vez que una enjundia emocional. Es decir, hibridar el intelecto con el sentimiento. Y empecé a hablar con muchas mujeres. Para que te hagas una idea, este libro tiene 22 manuscritos diferentes, 22 versiones del libro. Empecé hace dos años y medio y la primera versión no tiene nada que ver con la última en ningún sentido. Yo comencé haciendo una novela dialogal entre dos personajes y ha acabado siendo una novela, no voy a decir coral, porque la protagonista es ella con el cuidador, pero sí aparecen personajes que están muy cuidados. Y las temáticas incluso han variado. Y tenía una selección de 25 temas que se han quedado en 13. En realidad son 14, pero el tema 14, que es la muerte, está omnipresente, pero es una muerte luminosa. No quiero que la muerte dé un malestar emocional o sentimental, sino que produzca una sensación de vitalidad, porque la muerte es lo que da sentido a todo el proyecto que ya implanta. Y luego hablé con, calculo, 22-23 mujeres de diferentes edades que tienen situaciones o bien parecidas o que podían aportarme su visión de qué temas elegirían ellas si tuvieran esta sensación. Empezando porque tengo amigas, ya nuestra tenemos amigas, yo por ejemplo tengo varias que han elegido la maternidad por inseminación, no tienen pareja, entonces son madres solteras. Y su preocupación desde el minuto uno ha sido si me pasara algo que sería de mi hija. Porque se tendrían que encargar mis padres, que ya tienen cierta edad. Y esto era un tema que fluía en casi todas las mujeres con las que he entrevistado o con las que he hablado de estas temáticas. Y a medida que a ella me iban diciendo lo que le agobiaba y qué legado le dejarían, qué cosas consideraban importantes, he ido construyendo esa dinámica de decir qué temas son los fundamentales. El primero, la sinceridad. Me gustaría haber sido más sincera con mi hija, me gustaría haber tenido más capacidad de comunicación, de ahí que la conversación sea uno de los temas que se plantean. Me gustaría que mi hija aprendiera sobre la soledad. Y mientras, ¿qué aspectos biográficos le contaría que creo que merecieran la pena para conocerme bien y de los que pudiera aprender algo? Entonces me llevó mucho tiempo hacer esa criba. Y siempre es verdad que a partir de una documentación real con mujeres a las que, después de conversaciones muy íntimas, amigas muchas de ellas, te van transmitiendo sus angustias existenciales.
Quique: Y de esos 14 pilares fundamentales a la hora de construir el legado, ¿cuál fue el que más te sorprendió que quizá en un momento no estaba tan presente en tu cabeza?
José Carlos: Es difícil porque yo te diría que la conversación no tenía claro si meterlo o no. Pero como soy docente me parecía que era fundamental que la gente tuviera la capacidad de entender la importancia de saber conversar. Pero, por ejemplo, la crueldad era un tema que no sabía si sacar o no porque, aunque forme parte de la condición humana, la crueldad es inevitable en muchos de los aspectos de lo cotidiano, no sabía si se podía malinterpretar cuando se leyese. Entonces, desde la perspectiva de una catedrática de filosofía como es ella, tratar la crueldad tenía que buscar ángulos que fuesen nutritivos para el lector. Y que dijesen, igual si me lo planteo así, la crueldad no está tan mal. Pero hice una selección difícil. Comencé con la sinceridad, luego entré con la culpa porque me parecía un tema que todo el mundo… Son temas que nos afectan a todos. Es muy difícil que no te afecten unos temas porque la culpa va a formar parte de tu condición humana sí o sí. Y o bien vas a sentir culpa o vas a causar daño que de manera inevitable te va a hacer sentir culpa. Entonces, ¿cómo se puede enfocar la culpabilidad como una guía vital? O la soledad. En el siglo XXI estamos hablando del tema de la soledad. Y hay una cuestión que a mí siempre me permea desde que empecé a leer a Schopenhauer hace ya muchos años. Schopenhauer tiene una teoría sobre la soledad que me parece brillante. Dice que llevamos mucho tiempo educando a la gente para la sociabilidad. A Aristóteles le dice que somos animales políticos y, por lo tanto, como somos de polis, la sociabilidad es lo natural en el ser humano. Si la sociabilidad es lo natural, ¿por qué tanta obsesión en educar la sociabilidad? Está muy bien que se eduque, pero si va a ser algo consustancial a nuestra identidad. Ahora bien, la soledad no es consustancial. porque necesitamos del otro para configurar la identidad. Si no es consustancial, ¿por qué no educamos la soledad? ¿Por qué no hacemos una pedagogía de la soledad para que cuando la persona sea capaz de construir su ámbito de soledad se encuentre cómodo? Esa dinámica de pedagogía de la soledad me parecía que era un tema muy relevante en los procesos de la construcción de la identidad de un sujeto. Y ella le dice a su hija construye dinámicas donde tu soledad te nutra. Educa tu soledad, porque vas a estar solo tarde o temprano en momentos de la vida. La soledad te va a acompañar como una condición social, no existencial, pero sí social. Vas a estar solo y habrá momentos en los que nadie te entiende y te sientas solo. ¿Por qué no hacemos esa pedagogía de la soledad sabiendo que no es natural en el ser humano? Son muchos temas que era difícil seleccionar. O el erotismo. ¿Cómo no vas a hablar de la pérdida del erotismo en la contemporaneidad cuando tienes esa capacidad intelectual de decir que el erotismo es el modo en el que yo soy capaz de encontrar algo que me estimule a través de la sugerencia? Que no necesito que sea explícito. Que lo explícito se presenta de una manera tan burda que no requiere de mí ningún ejercicio intelectual. Entonces ella le dice a su hija, oye, trabaja el erotismo, la mirada erótica. A mí me erotiza todo. Me erotiza una buena conversación, me erotiza un buen libro. Las manos de tu padre me erotizan… Que tengas esa capacidad de mirar a los sitios y que tengas la alegría de que encuentres luz erótica en eso. Son muchos temas que es difícil cómo seleccionar estos temas, pero no te diría uno solo, porque me ha llevado dos años y medio trabajar cada tema, limar… El libro al principio me salió con 480 páginas y he ido puliendo, puliendo… También hay una labor editorial muy bonita, mi editora me ha ayudado mucho con los textos filosóficos porque al principio hay muchas citas filosóficas. Y entonces me dijo, esto puede que rompa la narrativa, y esa labor de editora se agradece mucho cuando ve el resultado final.
Quique: Justo en una de las citas es de Aristóteles, donde habla de la importancia al final de simplificar, de la sencillez, de encontrar lo genuino. Ese viaje, hemos pasado de 400 a 264 páginas, creo que es más o menos. ¿Dónde se han quedado ese resto de páginas?
José Carlos: Yo te diría que de los 22 borradores se han quedado en 19, porque la fase de púlido final fue la más fuerte, la que fui quitando cosas que consideraba que eran prescindibles. Al final, lo que he puesto en valor es lo que creo que no puedo prescindir. Si le quitase cualquier cosa ahora mismo a la novela, habría pérdida de sentido. Luego me costó mucho los planos narrativos. Es decir, hay un cuidador que narra una cosa, hay unos cuadernos donde se nutre el cuidador, que es un segundo plano narrativo donde te puedes enterar de cosas de las que el cuidador y ella no hablan. Luego está el plano de las cartas que ella deja a su hija. Entonces mezclar los 3 o 4 planos narrativos hasta que los condensé para que la lectura hubiese cierta naturalidad en el lector y no tuviese saltos abruptos de un sitio a otro o de una narrativa a otra. hicieron que se quedara mucha cosa en el lateral, que fuese despojando. Y esa labor de poda constante creo que ha nutrido muy bien a la narrativa para que toda la lectura sea esencial. Es decir, que cada página tenga como mínimo algo esencial. Una reflexión esencial, un diálogo esencial, una imagen esencial… que no haya nada de lo que ya no pudiese prescindir. Si vuelvo a leerla, soy muy perfeccionista, a lo mejor trabajaría la voz de él, la voz de ella, volvería a cambiar por eso… Yo esto lo haría hasta el infinito. Porque es verdad que siempre habría temas para tratar. Pero luego me di cuenta de que no tiene por qué ser el final. Es una novela, puedes hacer miles más y puedes meter muchos de esos temas que se me quedaron en el tintero y que también son relevantes pero no a este nivel tan cenital, pues se pueden volver a utilizar.
Quique: Es maravilloso lo que acabas de decir, José Carlos, porque cuando yo leí la novela empecé con una sensación de emoción y de devorar que no podía parar al mismo tiempo que quería. tomarme el tiempo para reflexionar. Entonces, me encontraba con esa dualidad del apasionamiento de querer seguir leyendo. De hecho, le pedí a Ana, si era posible tenerlo también en digital, porque quería seguir todo el rato con ello, tomando notas, y me salieron una cantidad. Porque, como dices tú, llegaste a la pura esencia. En esa esencia que tú has trabajado, que tú has transmitido, hay un poder en el que vemos tres ángulos de una vida. Alguien que nace, alguien que continúa y alguien que se va. Y es que podemos ver ese todo, reflejarnos en cualquiera de esas situaciones y a mí siempre me venía una reflexión a la cabeza que quería hacerte y es Esa persona que nace, que leerá el legado de su madre, a lo mejor en 12 años después, 13, 15, 18, no lo sé. A lo mejor espera porque no quiere leerlo todavía. ¿Cuál es el primer impacto que tú piensas que esa hija tendría de su madre?
José Carlos: Pues eso me lo planteaba constantemente escribiéndola. Lo que pasa es que he querido que la lectora o el lector se pelee con esa novela. O sea, se cabree con un personaje, le coja cariño a otro, esté pensando todo el rato en la hija cuando llega a leer esto, qué va a pasar y por qué le dice esto a la hija y qué necesidad tiene. Todo está pensado para que los lectores entren en una interlocución con las dinámicas que hay ahí que le van a afectar. En el sentido de que yo, si fuese padre o madre, no se lo contaría a mi hija porque le quiere dejar esto aquí por escrito. Yo incluso me rebelaba con esos personajes mientras lo escribía. A veces decía que necesito que el lector también discuta con ese personaje y necesito que entre a luchar. ¿Cuándo va a leer la hija esto? Es la gran pregunta porque es el personaje que acompaña toda la novela sin estar. Quería hacer un personaje omniscente que estuviera siempre presente, siempre de manera ausente. Ahora, ¿cuándo se acerque? Pues esto tiene otra novela.
Quique: Me alegra saberlo.
José Carlos: Tiene nota de novela. No puedo decirte cuándo, pero he dejado preparado todo porque me parecía que… Y, de hecho, la portada es muy significativa. He de decir que el diseño del libro me parece de una belleza única. Y, bueno, puede que sea la niña leyendo el legado que le ha dejado su madre porque, de estética, es difícil encontrar una cubierta tan bella como esa.
Quique: ¿Qué tiene esta cubierta para ti y qué va a tener en el futuro?
José Carlos: Yo estuve peleándome mucho con las editoras con diferentes cubiertas. Hubo muchas estéticas que se nos ofrecieron por parte de diseño. He de confesar que no me convencía ninguna. Porque yo siempre he tenido la imagen en la cabeza de lo que estaba trabajando, de cómo era ella. Hay una descripción física de los personajes, especialmente de la protagonista. Pero de la niña no, hay una descripción nada más que del bebé de 18 meses con la que se queda. Yo soy muy perfeccionista trabajando esto. Las portadas de mis libros, casi todos, me involucro mucho. Me involucro mucho en todo el proceso. Y cuando digo todo, es en todo. Entonces soy muy exigente con cada portada. Y estuve buscando mucho tiempo la portada perfecta, y apretamos, y creo que volví medio loca mi editora. hasta que encontré al pintor. Y cuando encontré al pintor y la obra, pedí que compraran los derechos de la imagen para poder hacer la portada. Y si la novela va bien, tengo la intención de hacer una oferta para adquirir ese cuadro y que me acompañe el resto de mi vida. Porque me parece de una estética que cuadra a la perfección todo lo que la novela va contando. Es decir, que cuando tú terminas la novela y vuelves a mirar la cubierta, puedes tener la imagen o bien de la catedrática leyendo, o bien de la hija que va a acceder a esa lectura. Y además es una defensa de la cultura, con una mujer tranquila, normativa, en su sofá de casa, leyendo, en ese concepto de deleite que implica acercarte a la literatura. O que debería implicar. Algo que se me ha olvidado contarte. En esa portada tuve una pelea también curiosa porque llega un subtítulo, el libro. Y esto es muy de ensayo, pero no de novela. Y el subtítulo es toda la sabiduría del mundo en una novela. Toda la sabiduría del mundo en una novela. Entonces, claro, me decía la editora, pero ¿cómo vamos a poner un subtítulo en una novela? Digo, es que ella vuelca toda su sabiduría en lo que está haciendo. Y el lector, espero que encuentre mucha de esa sabiduría en todo ese proceso de lector que tú me has dicho que te ha hecho sacar muchas notas. Yo tuve una intuición antes de comenzar el libro, y lo tenía claro más o menos, pero venía de una intuición personal mía, y es que cuando leemos novelas, la actitud que tú adquieres en la lectura de la novela es de que vas a disfrutar y vas relajado. Esto que tú me has dicho de pasar las páginas queriendo, pero a la vez queriendo pararte, es de una intencionalidad absoluta. Lo he hecho así a cosa hecha porque lo que quería es que el lector de novelas que va pasando la página con el apetito de descubrir qué hay después, de alguna manera se frustrara de por qué tengo que pasar la página cuando esta idea que está aquí me está haciendo pensar mucho. Entonces quería crear la necesidad a ser posible de subrayar. Este libro está hecho para que el lector de novela haga algo que no suele hacer, supongo en muchos casos, que es subrayar. Y que cuando quiera que vuelva, porque hay ideas que no se le han podido quedar y que le gustaría rumiar más, o le gustaría incorporar a su vida sobre la soledad, sobre el erotismo, sobre cualquiera de las secciones que nosotros trabajamos en la novela, los capítulos. Ese apetito de querer volver, porque esa idea que leíste te pareció interesante, es una metodología de trabajo que me ha llevado a hacer algo así. Es decir, que tú leas pero con la frustración de quererte pararte ahí un tiempo porque esa idea también la quieres incorporar.
Quique: Esa necesidad intrínseca de poder digerir un mensaje tan potente. Porque además creo que es un libro de varias lecturas. Y desde la misma persona desde varios ángulos distintos. Porque una de las cosas que a mí también me revelaba era ver determinados actos que digo estos actos no es de una persona que pueda ser una catedrática como momentos de venganza y luego lo pensé dije es que son los momentos más humanos en el fondo porque ya habla de justicia, habla de venganza y a mí me ha encantado cómo tú, José Carlos, has conseguido exponer de una manera digna estas palabras que muchas veces, o el erotismo del que estábamos hablando también antes, están encima de la mesa de la vida normal de absolutamente todos los seres humanos.
José Carlos: Los actos de crueldad que ella comete en la novela, ella los justifica… Es verdad que parece una venganza.
Quique: Y, ojo, perdón, que no son pequeños. Quien lea la novela va a decir…
José Carlos: Intenté que fuesen dos cosas. En primer lugar, creíbles. Algunos los he conocido en persona. Al final, todo el mundo lo dice, pero la realidad supera la ficción en cualquiera de las cuestiones. A mí Humbert y Lolita fue un momento muy grande, que lo sepas. Ya te contaré más adelante fuera de cámara Humbert y Lolita. Pero cuando ella comete actos que es acusada de crueldad, en su narrativa interna tiene siempre un justificante para no sentirse mal con lo que está haciendo y justificar esos actos de crueldad. Y de alguna manera ella cree que hay un elemento de justicia que equilibra la balanza hacia las malas personas. Y de hecho lo cuenta. Hay conversaciones donde viene a decirlo de alguna manera. ¿Qué pasaría si tú tienes la posibilidad de que a una mala persona que te ha hecho daño en la vida y te ha creado un malestar inmenso, si tienes la posibilidad no de vengarte sino, como dice ella, de impartir justicia? de equilibrar esa balanza y dejas pasar esa oportunidad. Porque le dices, oye, deja pasar, mira para otro lado… Si yo lo hago y tú lo haces y el otro lo hace, esta persona sigue acometiendo el mal. Sería yo una mala persona sabiendo que tengo el poder de que tú sufras en tus carnes aquello que haces a nivel maligno para que aprendas por medio de la experiencia. Si yo tengo esa posibilidad de actuar el mal para corregir tu maldad o para hacerte ver que era una mala persona y la dejo pasar, no sé si yo acaso era una mala persona, ¿qué hace? ¿Que tú sigas acometiendo el mal con otras personas? ¿Hasta qué punto, cuando tú no devuelves la crueldad que has recibido teniendo la posibilidad, estás siendo bueno o malo? Es uno de los dilemas que plantea. Ella será catedrática de filosofía, pero eso no significa que no sea humana. Que no tenga esas vilezas que nos acompañan a nosotros desde el inicio. Desde que tomas conciencia de que la santidad no es el objetivo principal de la vida.
Quique: Y hay un momento tan humano como la petición de un orgasmo. Muchas veces pensamos que hay un momento en que el placer sexual se acaba en la vida, y más si estás enfermo, y más si llegas a tus últimos días, cómo vas a dar placer a tu cuerpo. Y me venía una idea a la mente de la transición del ser humano, que al principio era pura reproducción sexual, Después es la necesidad de amor, de la emoción con el otro, con la pareja, esa creación. Y luego la parte erótica que terminas cuando ya has superado el amor, cómo creas y lo llevas aún más allá. Y cómo esta persona, esta catedrática, nos muestra estas tres fases en ese camino de manera tan natural, me ha parecido bellísimo.
José Carlos: Te lo agradezco el piropo intelectual. Pero me parece muy natural que las cosas sean así. Esta es una visión personal, ni siquiera de mi personaje. El alegato a favor del erotismo para mí es la condición humana. Cuando tú estás con alguien compartiendo la vida, sea quien sea, especialmente con un tema emocional o sentimental, No tener la capacidad de encontrar erotismo en esas personas es preocupante porque Eros es un dios griego que tiene una descendencia muy curiosa. Eros viene de su madre, Penia, la diosa de la pena, y su padre es Poros, el dios de la oportunidad y de los recursos. Entonces toda erótica Conlleva un riesgo de dolor y de pena, pero también una celebración de los recursos y de las oportunidades de la vida. Eso es el riesgo del erotismo, pero también la belleza del erotismo. Y es verdad que sacrificar la posibilidad de tener esas oportunidades vitales donde te entregas exclusivamente al placer, porque tengas miedo a que te pueda hacer daño, o que tengas una ocadada emocional tremenda, me parece que es desaprovechar una oportunidad. Y en los procesos de mirada hacia el otro erotizante da por entendido algo que para mí es básico, y ella lo tiene también de fondo, y es que las personas como van evolucionando con el tiempo, tu mirada erótica tiene que estar descubriendo esa evolución. La persona con la que te casaste hace 20 años no es la misma con la que tuviste el primer hijo. Y no es la misma con la que estás ahora. Y no es la misma a la que se le han muerto sus padres. Es decir, tienes que tener esa capacidad de enfocarla con las perspectivas de evolución y, por lo tanto, tu mirada tiene que evolucionar en ese erotismo. Entonces el consejo que le deja a la hija tiene mucho que ver con eso. Y luego la necesidad del orgasmo Es un reclamo desde lo más básico del ser humano. Y naturaliza mucho el tema, porque me parece que es un tema natural el que alguien que tiene 43 años y está en el esplendor de la vida, aunque se vaya a morir y que lleva mucho tiempo sin tener una relación sexual porque se ha divorciado, pues tenga un apetito de decir antes de irme si quiero experimentar por última vez un orgasmo. Porque me parecería muy injusto abandonar esta vida sin experimentar ese placer sensorial inmenso. Y además con una persona con la que ya establece un vínculo muy singular.
Quique: trayendo a los dioses griegos, una de las partes que más me ha entusiasmado es cómo plasmas el tiempo. Porque cuando te da una noticia fatal como esta, a la que nadie nos gustaría enfrentarnos, puedes hacer como cronos de decir, bueno, pues me quedan seis meses y son seis meses. Puedes hacer como Kairos de, bueno, pues voy a esperar la oportunidad y voy a hacer todo lo que no he hecho nunca antes. Y, sin embargo, ella decide, Aion, el plegarse, el momento, el transcender a esto.
José Carlos: Es una reflexión que hace mucho tiempo que vengo trabajando sobre la temporalidad. Y no es sencillo, porque es verdad que las tres temporalidades, por ejemplo, las categorías temporales futuro, presente y pasado, parece que se han disipado en lo contemporáneo. Y eso me agobia y me preocupa mucho. Ella pone en valor los seis meses que le quedan con un objetivo vital que es la construcción del legado. El tiempo ya desaparece como un elemento cronológico a excepción de que no puede evitar que te quede poco tiempo. Tiene que enfocar todo el trabajo del legado en esa temporalidad. Cuando tú llegas al legado y empiezas a leerlo después de, imagínate, 10 o 15 años, tú vuelves a actualizar ese tiempo. Es decir, vuelves a ponerlo en vigencia, con lo que realmente lo que está dejando es Una temporalidad en lo eterno. Porque cada vez que te acercas a esa temporalidad, lo maravilloso que tiene el papel. Por eso ella elige el papel y la escritura como legado. No quiere elegir el vídeo, la imagen, ni siquiera la voz. Quiere dejarlo por escrito. El negro sobre el blanco es un homenaje a este mundo que Irene Vallejo habla en El infinito en un junco. Es un homenaje a que lo literario, la grafía, la atención, el papel, puede perdurar y cuando tú lo abres se vuelve a hacer contemporáneo. Da igual de cuándo lo enfoques, vuelve la contemporaneización. Luego, ese tiempo constante, como tú lo dices, esa illón, tiene mucho que ver con la percepción de que lo que haga ahora, dentro de diez años, vuelva a ser vigente. Dentro de treinta, se lea cuando se lea y se convierte en actual. Entonces, la novela tiene como intención también de fondo que no pase el tiempo por la novela. La novela no está ubicada en ningún sitio. No hay una ciudad. Hablo de lugares comunes que todas las ciudades tienen. Hablo de la Plaza de España, del Gran Teatro… Porque son lugares que todo el mundo ubica en sus propias realidades. Entonces no he querido situarla en un contexto. Y luego, temporalmente, se hace referencia a las pantallas. Pero mi intención es que, si dentro de diez años alguien se acerca a la novela, la actualice, se convierta de nuevo en contemporánea, que es lo que ella intenta hacer con su hija.
Quique: Me encanta además este concepto porque el hecho de que la hija no necesite escuchar la voz de su madre o ver la cara y los gestos de su madre, sino que con la simple lectura ella ponga todo lo que necesitamos a través de su cultura, de su lectura, de todas las experiencias que la propia hija haya vivido y crecido, me parece fundamental en una sociedad en la que ahora mismo estamos centrados en el yo, en el estar hiperconectados, que tú lo sitúas en el 1980 como un punto de partida de germen a lo que estamos llegando ahora, y ahí, sin embargo, das toda la libertad a que esto suceda en el futuro y que ella sea libre. Porque, en el fondo, para mí, y lo hablabas antes, es libertad. Aquí hay mucha libertad en este libro.
José Carlos: Se trata de que cuando el legado se actualice, en el momento en que se actualice, la persona luego decida. Ella, cuando toma como inicio, en el capítulo 1, la sinceridad como eje, que lo tenía muy claro, lo primero que deja claro es que ser sincero significa ser libre. ¿Por qué? Porque toda mentira supone un peso intelectual con el que tienes que cargar. Porque el día en que no recuerdes la mentira, entonces te descubren. Entonces la persona que miente tiene que cargar con ese peso constantemente y acordarse que mintió. Porque si no te acuerdas que mentiste, al final te descubren. Luego la mentira te esclaviza. Toda mentira esclaviza. La verdad, por el contrario, te libera. Porque como siempre dicen lo que crees y lo que piensas en ese sentido, y ahora es honesto, por eso el capítulo uno va con la sinceridad, no hay nada que se oculte. Y te libera. Y desde esa perspectiva me parecía importantísimo situar el foco al principio de los consejos que ella va dejando a su hija ahí, en ese primer capítulo, donde dice, oye, voy a ser sincera. Ahora bien, ¿hay consecuencias de sinceridad? Pues sí hay consecuencias. Hablábamos antes del sincericidio, que es esa palabra que se inventa ella. El dilema moral muchas veces parte de qué es más importante, la verdad, la sinceridad por utilizar la verdad, o preservar el dolor ajeno. Si tú le cuentas a alguien una verdad que le va a causar un dolor, ¿Hasta qué punto estás legitimado para hacerlo? Si esa persona no te da permiso para que se lo cuentes. Quiero decir, hay un dilema que a todos nos ha pasado o nos pasará en algún momento de la vida. Porque te pasa con los hijos. ¿Se lo cuento o no se lo cuento? ¿Le digo lo que pasó? Imagínate que abortamos. ¿Le cuento a mi hijo que aborté y que tuvo un suturible hermano o no? Entonces, ¿hasta qué punto es tan importante la verdad en la vida si esa verdad trae como consecuencia un dolor a alguien que no te autoriza… Ella en algún momento dice que te tienen que dar una cortesía para que seas sincero. Y que si no te dan la cortesía para que seas sincero, ten mucho cuidado, no seas sincero. Es decir, si la persona no te autoriza para que seas sincero con ella, no seas sincero porque a veces plasmamos nosotros lo que nos gustaría que hicieran. Es decir, a mí me gustaría que tú fueras sincero conmigo siempre. Entonces, como a mí me gustaría Cuando yo vea algo que a mí me gustaría que hicieran, lo hago contigo. Entonces soy sincero porque a mí me gustaría. Y yo te digo, a mí me gustaría, pero a lo mejor a mí no. Yo quiero que seas sincero conmigo, pero igual tú no quieres que seas sincero porque eres una persona feliz y lo que te voy a contar te va a doler mucho. Y prefieren la ignorancia de la felicidad, sin saber, te desconoces ese dato, al dolor que te puedo causar. Y la gente muchas veces no tiene en cuenta al otro, sino lo que a mí me gustaría que hicieran, entonces pongo la sinceridad como la esencia de las narrativas. Estos son dilemas contemporáneos y que han permanecido desde el siglo I a.C. y que van a seguir permaneciendo. Porque es un tema de una esencia de lo humano en relación de los vínculos que vamos creando.
Quique: Y me encanta cómo lo pones, por ejemplo, en el papel de los abuelos. El abuelo, amante de la lectura, elige perfectamente qué libros componen o no su biblioteca.
José Carlos: Es un gran lector, sí.
Quique: Un gran lector y una, como dice su hija, que dialoga. Sin embargo, la madre conversa. Y es ahí donde se encuentra esa libertad de la que tú nos hablantes antes, ¿no? La parresía también, ¿eh?
José Carlos: La parresía.
Quique: de ser capaces de ponernos en el lugar del otro para muchas cosas. Escuchar o oír no es lo mismo. Conversar o dialogar no es lo mismo.
José Carlos: Totalmente. De hecho, los personajes de los abuelos, tanto el abuelo como la abuela, son muy diferentes. El abuelo, de hecho, es una crítica contemporánea velada a lo que está sucediendo hoy en día, donde todo el mundo tiene un discurso que pretende erotizar a todo el mundo y seducir, donde el objetivo es arrojar la atención del otro por medio de añagazas técnicas o estéticas, lo que sea. Pero todo el mundo está en que quiere ser atendido y escuchado, entonces elaboramos los discursos para eso. Y muchas veces los disfrazamos de conversaciones. Cuando en realidad lo que estás intentando es hacer un discurso, ni siquiera estás creando un diálogo. Entonces ella le dice, en algún momento, la figura tan intelectual del padre, maravillosa, un gran lector con una gran cultura, catedrático de instituto de lengua y literatura… Imagínate esta persona que le apasiona la lectura. Tiene tantos datos que cada vez que habla vierte un montón de enseñanza y sabiduría. Y hay mucha gente que se queda pasmada por esa capacidad y tembelesa cuando alguien tiene esa cultura inmensa. Y empieza a despertar una admiración hasta el extremo de que la madre se queja de que hay un malentendido en ese proceso. Y dice, esta persona no está conversando contigo, te está dando una clase. Te está adoctrinando, te está presumiendo de todo lo que sabes… Pero el gran conversador es alguien que saca de ti en la conversación cosas que ni siquiera tú esperas porque te escucha muy bien. Y porque hace que te encuentres en un nivel de comodidad y de sinceridad tan amplio que los temas que sacas sobre la mesa pueden llegar a ser incluso muy íntimos sin que te des cuenta, sin estar forzado. Y eso te lo genera un gran conversador. Un gran conversador te hace reflexionar sobre las dinámicas de identidad propias, y te hace exponerlas sintiendo una comodidad inmensa hacia la otra persona con la que conversas. Y por eso, en ese diálogo, lo que le dice la protagonista al cuidador es, mi madre es una gran conversadora, mi padre no. Tú crees que mi padre es una persona que… Pero no, en realidad no está conversando. Y son pequeños detalles que yo he reflexionado mucho sobre ellos, que me parece que dejan enseñanza en las novelas que te las llevas para ti. Es decir, que el lector no solamente está en ese diálogo de los personajes, sino que incorpora mucho de eso a su proceso de reflexión que puede mejorar tu vida de alguna manera.
Quique: Y, además, hay un punto en el gran conversador que ya nos has anticipado antes, que es la soledad, porque la soledad te ayuda a convivir con el silencio. Y, en fondo y forma, el silencio está muy presente en este libro. En un mundo en el que ahora mismo sales a cualquier parte y lo que te puedes encontrar es ruido a todos los niveles, ¿qué importancia tiene que sepamos convivir, utilizar y trabajar desde también el silencio?
José Carlos: Toda lectura conlleva la necesidad de un silencio. Tienes que acallar lo externo para centrarte en lo que tú lees. Si no, la lectura no tiene contenido.
Quique: ¿Puedo decirte algo al respecto? Dime. Cuando yo estaba leyendo este libro, iba en un tren y necesité, de repente, salirme a una parte fuera, ponerme unos cascos para poder leer este libro en silencio.
José Carlos: Yo lo hago así. Cuando voy en el tren me pongo los cascos y pongo lluvia de fondo. A mí me acompañan mientras trabajo. Yo uso mucho el efecto lluvia o ruido blanco, muchísimo, porque elimina cualquier ruido que tenga alrededor y hace que mi concentración sea infinitamente superior. Esto que tú has dicho a mí me parece una naturalidad tremenda y agradezco mucho los cascos que se puede utilizar uno para que esto te acompañe en esos procesos. Pero es una necesidad ya casi imperiosa en el siglo XXI. los espacios de silencio. De hecho, antes de llegar aquí venía hablando con Ana de que estamos ahora empezando a recuperar los retiros, no solamente los retiros espirituales, sino ahora hay retiros lectores, donde la gente lo que quiera es encontrar un espacio de comunidad donde el silencio de la lectura después se pueda acompañar de una conversación nutritiva. Y creo que la tendencia va por ahí, porque hay una necesidad de recuperar la jerarquía de la palabra en tu vida. Es decir, cuándo me parece importante que la palabra tenga sentido, cobre voz y relevancia, y cuándo me parece que todo lo demás ruido y entonces me necesito desconectar de todos estos procesos. Y creo que el mundo se va a reconfigurar poco a poco. Es verdad que estamos en las dinámicas tecnológicas, pero ya empiezo a atisbar una regulación, no solamente legal, sino también personal, porque la gente ha empezado a percibir unas hojedades que antes no se tenían. Yo en algún sitio he hablado de la importancia del dolce farniente y de la calma chicha que teníamos en Andalucía. Es decir, esa calma chicha de hoy no pasa nada. Si oyes una chicha, una cigarra de fondo, estamos en un ambiente de siesta tranquilo, no hay televisión, dolce farniente. O sea, deja que pase el tiempo. Evita el silencio, que no es tan complicado. que luego dotará de sentido al resto de cosas que vas configurando. De hecho, hasta la imagen la elegí así. La portada ya está leyendo y te inspira una ternura y un silencio inmenso porque está leyendo un libro.
Quique: ¿Qué placeres hay mayores muchas veces que poder estar disfrutando de algo de manera centrada en eso? Creo que es algo que estamos perdiendo ese gran don.
José Carlos: Además, hemos dejado de hacer algo que también lo denuncia en alguna conversación en la novela, de construir nuestra propia rutina. Esto es preocupante. Ella le dice en alguno de los consejos que tienes que construir tu rutina. La rutina, cuando llegan los malos momentos, es un espacio donde puedes habitar la tranquilidad y puedes hacer que poquito a poco todo se vaya recomponiendo. Pero para eso tienes que erigir tu propia rutina. No puede ser que la contemporaneidad se imponga a la construcción de la rutina. En el discurso de Steve Jobs que dio de graduación, este famosísimo que tiene de tres partes de Stanford. Él plantea una pregunta que me resultó interesantísima en su momento, que yo la uso como ejemplo a veces, como un buen análisis de pensamiento crítico que dice, hay una pregunta típica y es, si hoy fuera el último día de tu vida, que es algo parecido a lo que se plantea ella, ¿qué te gustaría hacer? Y dice, si fuera el último día, celebrar con mi familia. Dice, no, esa no es la pregunta. La pregunta es, si hoy fuese el último día de tu vida, ¿te gustaría hacer lo que vas a hacer hoy? Es decir, plantearte tu día normal, tu día de rutina. Este no es mi día de rutina, obviamente, pero mi día normal. Me levanto un martes a las 6 de la mañana, desayuno, a las 6 y media saco a mi perra a pasear tranquilamente. Somos los primeros del barrio paseando a las 6 y media. A las 7 menos cuarto entramos. Empiezan a bajar mis hijos, ellas empiezan a desayunar, yo me voy vistiendo, a las siete y media salgo para la facultad, me paso la mañana trabajando allí en el despacho o doy clases, dependiendo de lo que tenga, como en el comedor de la facultad. Generalmente solo a la una y media, porque suelo comer antes de que se llene. Luego sigo tranquilo, vuelvo a casa a las 5, llega mi mujer, me pone al día de lo que ha hecho, yo le pongo al día de lo que hemos hecho. Luego llegan mis hijos, a las ocho y pico, nueve empezamos las cenas disparatadas, cada uno empieza a contar su vida. Vemos un poco de televisión mi mujer y yo, mis hijos se suben a sus cuartos y a las 11 de la noche me acuesto y me muero. La pregunta es, ¿eso es un día rutinario? ¿Te gustaría si fuese el último día de tu vida? Si la respuesta es sí, es que la rutina que eriges te llena, te completa. Es un espacio donde tú puedes desarrollarte a nivel individual, a nivel social, a nivel colectivo, porque es un espacio tuyo, creado por ti. Pero dice Stipio, ahora bien, si la respuesta es no durante mucho tiempo seguido, semanas, meses, años, es que algo tienes que cambiar. Entonces, gran parte de la pregunta es Si hoy fuese el último día de tu vida, ¿te gustaría hacer lo que vas a hacer? Y si tu respuesta es sí, es que el camino va bien. Vas por el buen camino. Porque esa rutina te va nutriendo. Por lo tanto, a pesar de que tengas que trabajar y estés obligado a producir y tal, hay cosas que estimulan esos procesos rutinarios. Y eso me parece que es un refugio maravilloso para tiempos contemporáneos.
Quique: Lo es porque a mí me sucedió leyendo el libro, como te comentaba antes, yo tengo un niño que tiene ahora mismo 18, 19 meses y me veía en esa situación y le decía a mi mujer durante largo tiempo, es la primera vez en mi vida que tengo miedo real. Miedo, o sea, miedo. Miedo de no estar, de pensar que va a pasar algo, de si se queda solo, ¿qué sucede? Y cuando leía esta parte de las rutinas y de los hábitos, me encantó. Porque yo me he dado cuenta que es algo intencional, que llevo una vida que me hace feliz en el día a día sin ser extraordinaria. Y eso ya para mí es extraordinario. Y como decías tú, esa reflexión propia, que para cada uno puede ser algo distinto, es maravillosa. Sin embargo, tú también en el libro nos pones de frente a justo lo que te obnubila de tener esa vida más tranquila, que es la hiperproductividad.
José Carlos: Es que se ha convertido en el sino de lo contemporáneo. Hemos saltado de un mundo productivo como necesidad, como algo que tenías que configurar para ganarte la vida y, por lo tanto, configurar la realidad en tu tiempo de ocio, Era dueño de tu ocio y al ser dueño de tu ocio enfocaba los momentos de deleite o placentaro en ese ocio del que eras dueño. Entonces el trabajo era un medio para ganarte la vida y producir lo necesario a convertir el trabajo a nivel productivo en la esencia de la identidad. De manera que la percepción del sujeto contemporáneo muchas veces pasa por su plano profesional. Es un dilema que tiene ella. Ella es catedrática. Ella tiene dos grandes obsesiones en la novela. Una es ser catedrática de filosofía, ni más ni menos. Y es tan brillante que consigue la cátedra con 40 años. Esto es una cosa muy excepcional en el mundo académico. Y paga un peaje. Paga un peaje académico-laboral porque es una mujer en un mundo donde hay mucho hombre y donde se le van pisando mucho las dinámicas de progresión laboral de manera inevitable. Paga el peaje a nivel personal con su marido porque tiene que postergar la maternidad para conseguir… No te puedes imaginar lo común que es en el siglo XXI, es una cosa tremenda. Postergar la apetencia de ser madre porque en el plano de lo laboral estás siendo presionada para progresar. Y sabes que tienes un momento de progreso que si te llega la maternidad corres el riego. No significa que pase, pero corres el riego de que se cercene el progreso. Entonces ella sacrifica a los 30 años la posibilidad de ser madre para involucrarse en la productividad de la cátedra. Y consigue ser catedrática con 40 años. Y a los 41 años consigue ser madre. Es alguien que los dos focos existenciales de su vida, que era el mundo laboral y la maternidad, logra conseguirlo. Diríamos que es alguien con éxito, porque alcanza la plenitud en todos los niveles. Y había programado su vida entera para esos dos momentos. Había dicho, bueno, soy catedrática, la más joven de mi universidad, brillante, reconocida ya en el gremio, por fin se quita la losa de lo laboral. Y encima soy madre, con lo que la losa de lo personal también me la quito. Y ahora puedo cuidar de mis padres cuando sean viejos y puedo crecer con mi hija. Pero la vida no entiende de planes. Y entonces le llega la noticia y le dicen, pues lo siento mucho, pero esto se acaba. Esto se acaba.
Quique: La vida es un viaje a través de libros, a través de vidas, a través de conversaciones como esta en la que puedes disfrutar de todo lo que sucede. Y es éxito. ¿Para ti qué sería un éxito con este libro, José Carlos?
José Carlos: A ver, yo creo que el éxito máximo de todo escritor, escriba lo que escriba, es que alguien quiera regalar su obra. no leerla, que leerla ya me parece un milagro, sino que alguien que la lee se sienta tan interpelado a tener que regalarla a un ser querido porque considera que hay algo importante que quiere compartir con ese ser querido y quiere que la otra persona lo lea. Para mí es el máximo éxito que tiene cualquier escritor y es que alguien quiera regalar tu obra a un ser querido.
Quique: Yo te decía al principio que tengo varias personas a las que regalaré este libro. Igual que he regalado varios de tus libros también, que lo sepas. Pero este te diré que con una conexión personal que algo se va en mí cada vez que lo regale y me parece fundamental en ello. Te preguntaba antes acerca del futuro y me has dado una gran noticia, que es que hay algo que ya rumía tu cabeza, que puede estar ahí. ¿Cuál es la perspectiva que te gustaría, en lo que nos pudieras contar, que ahora mismo sigue estando presente, de ese libro, de esa continuación?
José Carlos: A mí se me ha quedado mucho por escribir de este libro. Se me han quedado los personajes. Ella no, porque creo que tiene su desarrollo completo, pero todos los demás están preparados para seguir existiendo. Y, de hecho, como siguen viviendo, si al final consigo encontrar el tiempo y la forma, una de las posibilidades que tengo enfrente es seguir trabajando con cada uno de ellos. Porque me ha costado mucho no volver a ninguno de ellos. La Madre me parece un personaje muy singular, con una biografía muy dura de posguerra, de la que he conocido muchas. Tres o cuatro mujeres de 80 o 82 años con las que hablé de este periodo, de este tema, de los pueblos de Andalucía, especialmente de Montoro, de Villa del Río, y que están ahí plasmadas sus historias. Es decir, hay muy poco de ficción en el libro, que lo sepas. Pues esta parte tiene todo a un libro. Ella tiene un libro. Él, el padre de ella, tiene otro libro porque es una persona que llega a amar la literatura de una manera tan singular, tan especial, que yo tengo ya la vida de él diseñada. Luego tenemos varios personajes también secundarios que me parecen de una belleza atronadora y que podrían trabajar un libro. Y luego está la hija. La hija tiene una continuidad maravillosa. ¿Cuándo se va a acercar a ese legado? ¿Cómo lo va a vivir? ¿Cómo lo va a experimentar? Hay una posibilidad de continuar pantagruélica si me apuras. Esto es titánico. Y yo me he quedado con ganas porque la oquedad emocional que sentí cuando terminé el libro no se me ha llenado. Yo tengo ese vacío y esa necesidad de ver qué ha sido de cada uno de ellos ahora.
Quique: ¿Esa oquedad emocional ha llenado, por otro lado, el legado hacia tus propios hijos?
José Carlos: Siempre lo he tenido muy presente. Desde que fui padre tuve muy claro la importancia que tenía el término educar. Para eso, saber lo que quiero dejar como legado lo he tenido desde el minuto uno. He trabajado mucho con mi pareja en que el mejor legado siempre se ha dicho en la educación, que la dejas a tus hijos. Ahora, tomar conciencia de qué educación le estás dejando, el prisma a través del cual quieras que ellos miren la vida, cuáles son los valores que quieres que compartan contigo y con los códigos familiares que te parece que son esenciales o cenitales en la construcción de su identidad para que sean gente con relativa felicidad o que sepan entender la alegría de una manera satisfactoria. Todo eso lo hemos trabajado desde muy pequeños con ellos. Ahora tengo la suerte de que Mi hijo mayor con 19 años y mi hija con 17. Yo estoy enamorado de cómo son como personas. Enamoradísimo hasta el tuétano. Es decir que hemos conseguido, de alguna manera, que el legado que queríamos construir… Yo me quedo tranquilo si mañana me dicen que esto se acabó. Bueno, pues ya está, se acabó. Pero me voy tranquilo.
Quique: ¡Qué potente! El poder saber que te vas tranquilo.
José Carlos: Sí, tengo una plena confianza en todo lo que hemos hecho a nivel de legado como familia, la verdad. He tenido suerte porque hemos tenido una educación de pareja muy bonita, nos hemos acompañado mucho en discutir algo. Quizás por mi tendencia analítica desde la filosofía a pensar todo mucho, antes de ser padre una de las cuestiones que nos planteábamos y yo hablaba mucho con mi pareja, y creo que esto siempre se queda en el tintero y no se habla, es si tenemos hijos ¿cómo los queremos educar? Porque tu familia la conozco y tiene cosas muy diferentes que no me atraen. Tú conoces la mía y hay cosas que no te atraen. Entonces antes de tener hijos vamos a ponernos de acuerdo en qué cosas creemos importantes y en qué cosas nos vamos a entrar. Esta conversación no se suele tener, se da por hecho. Luego empiezan los malentendidos. Yo quiero educar a mi hijo de una manera, tú de otra… Y encontramos un montón de dificultades porque Cuando llega un hijo, el foco atencional hacia ti, hacia mi pareja, desaparece o se apacigua. Y los focos atencionales se dirigen hacia la criatura que llega. Entonces hay que cuidar mucho que ese foco no desvele la parte negativa de la educación. O la parte más caínita que tiene la relación de pareja donde hay que eliminar al otro porque no te gusta que se transmita. Todo eso lo hicimos nosotros previos. Y también es que mi pareja es maestra, entonces estamos muy implicados en la docencia. Por eso digo que si al pasar algo, podría decir que me voy muy tranquilo y muy confiado.
Quique: Yo creo que te vas a ir también muy tranquilo de esta entrevista porque alguien que sé que admiras te dejó una pregunta en el último programa y es nuestro amigo Nach. Nach, en el episodio 350 te dejó esta pregunta, José Carlos. Si solo pudieras cantar una canción, ¿cómo se llamaría y de qué hablaría esa canción?
José Carlos: O sea, que tengo que inventarla. No puedo elegir una. No puedo elegir una. Qué cruel es Natch. Mira que me gusta su rap, pero la pregunta tiene enjundia. Pues mira, el tema lo tengo claro. Si pudiera cantar una canción, elegiría como tema la vulnerabilidad, lo vulnerable. me parece que es el tema que más une al ser humano, más que el amor, más que el odio. El amor tiene un proceso biográfico, cada uno ama en función de la biografía que ha experimentado y entonces puede entender el amor desde un plano muy subjetivo. Pero la vulnerabilidad es común a lo humano. Somos vulnerables todos en la misma condición. Da igual si eres rico o pobre, si te has criado de alguna manera. Es decir, la vulnerabilidad nos une más que el amor, desde mi perspectiva teórica. Entonces hablaría de los vulnerables. Y luego, ¿qué estilo elegiría? No te sabría decir, porque como me gustan tantos estilos… De hecho, esta novela tiene una banda sonora. Trabajé mucho la banda sonora de la novela. Hay varias canciones muy seleccionadas y de una manera muy delicada porque ella es una melómana, la catedrática le gusta la música en todos los sentidos. Es que me gusta… Yo tengo mi disco favorito, que es el Alchemy de Dire Straits. Me parece el gran disco de la historia de todos los discos que he ido por a ver. Pero luego soy de cantautores. Es decir, yo tengo la discografía completa de Franco Battiato y de Leonard Cohen, que son dos de mis fetiches. Probablemente elegiría un cantautor para eso. Fíjate lo que te digo, elegiría un cantautor.
Quique: La música en el libro es cenital. En esta entrevista también es cenital. Las variaciones… Me han acompañado mucho. Son momentos que acompañan al propio libro. ¿Qué le preguntarías al próximo invitado, a la próxima invitada a este podcast?
José Carlos: Pues no es sencillo. Como no sé quién es, le dejamos una pregunta en el aire y esperemos no complicarle demasiado la existencia. Pero… Vamos a hablar de pedagogía. Si solo pudiera educar a alguien a través de un valor ético, ¿qué valor ético elegiría de todos los que hay? ¿Cuál sería el prioritario?
Quique: Un viaje por la priorización y jerarquización propio de los valores.
José Carlos: ¿Cuál de ellos? Solo uno. Tienes gente que tienes que jerarquizar. Es decir, tengo que educar a alguien en los conceptos éticos. ¿Cuál? ¿Cuál de ellos eliges? Hay muchos.
Quique: Me voy a hacer esta pregunta yo también a mi respuesta tarde porque creo que me va a ayudar mucho. Terminamos con cuestionario, ya lo sabes, pero esta vez las preguntas cambian para ti. José Carlos, ¿cuál es la regla de vida de José Carlos Ruiz para vivir mejor.
José Carlos: No perder nunca la curiosidad.
Quique: ¿Qué pregunta te gustaría que te hicieran más a menudo?
José Carlos: Más a menudo… Pregunta… Es que a mí me gustan las respuestas, pero… No te sé decir… La verdad es que no tengo ninguna apetencia… Que me obligasen a pensar en algo, por ejemplo, de lo que no suelo pensar. Pues mira, vamos a hablar de literatura. ¿Cuál es el último libro que has leído? Es una pregunta que no me han hecho desde hace muchísimo tiempo. Pero muchísimo tiempo. No sé por qué.
Quique: Interesante.
José Carlos: Y mira que me digo la filosofía, pero lleva mucho tiempo nadie que me pregunta qué leo. Es una cosa rarísima.
Quique: Es interesante porque humaniza también mucho a la persona, ¿verdad?
José Carlos: La selección de lo que lees es muy importante.
Quique: Si pudieras poner un cárter en tu Córdoba, ¿Qué diría ese mensaje?
José Carlos: En mi Córdoba.
Quique: Tu Córdoba, en tu ciudad.
José Carlos: Un cartel tiene que ser enorme, que todo el mundo lo viese. Yo pondría esa pere, aude. Utilizaría el lema de la Ilustración. Atrévete a pensar. Pero en Córdoba y en todos los sitios. Atrévete a pensar. Es un atrevimiento. Es de un descaro tremendo pensar hoy en día. Es de una valentía única. Hay que recuperar esto.
Quique: ¿Qué harías si supieras que no vas a fallar al hacerlo?
José Carlos: que no voy a fallar al hacerlo. Amar. Amar. No fallo. Amar significa desplegar toda tu atención y curiosidad en el objeto amado. Y eso significa aprender. El principio del amor es el aprendizaje. Y cuando eres una persona esencialmente curiosa, como soy yo, hacia todo, encuentras múltiples objetos de amor. Múltiples. Y en eso no fallo. Me encanta.
Quique: ¿Cuál ha sido el error más valioso que has cometido en tu vida?
José Carlos: El más valioso… engañar a un amigo. Mentir, vamos, básicamente.
Quique: ¿Algún día dónde te encontraremos?
José Carlos: Yo espero que en Córdoba siempre. Espero. Es mi ciudad natal. He vivido fuera durante muchos años y es el lugar fetiche de mi vida. Yo espero que siempre en Córdoba.
Quique: Y por último, José Carlos, ¿con qué frase te gustaría despedir este episodio del podcast de KENSO?
José Carlos: Pues mira, hay una frase de Adam Smith, que es el padre del liberalismo económico, pero también tiene un libro precioso sobre las emociones, porque es un tema de filosofía moral precioso, que dice, no hay nada peor en esta vida. que ser odiado y saber que lo mereces. Y no hay nada mejor en esta vida que ser amado y saber que lo mereces.
Quique: José Carlos, nosotros te amamos, amamos este libro y todo el éxito para que la próxima vez que podamos hablar esté colgado en la pared de tu casa. Muchísimas gracias por haber estado hoy con nosotros.
José Carlos: Gracias a ti, un placer.
Quique: José Carlos ha transformado el acto de escribir en un profundo ejercicio de legado con una mujer educada. Esta novela evolucionó hasta convertirse en un testimonio de lo esencial, en ese delicado balance entre la finitud y la trascendencia. Una historia donde la vida demuestra que no entiende de planes y cada uno de nosotros decide qué legado dejar. José Carlos nos ha enseñado la importancia de una labor de poda constante para que cada página, cada acción de nuestra vida, tenga como mínimo algo esencial para generarnos ese apetito de querer volver a sus ideas. Hemos viajado por la sinceridad como eje del primer capítulo donde refleja su convicción de que ser sincero significa ser libre y juntos hemos explorado la crueldad como parte inevitable del humano porque estos son los momentos que nos hacen personas. De hecho nos ha invitado a considerar si cuando tú no devuelves la crueldad que has recibido teniendo la posibilidad estás siendo bueno o malo. A través de sus personajes hemos viajado por el erotismo como conducción humana, donde Eros simboliza esa dualidad y toda erótica conlleva un riesgo de dolor, pero también una celebración de los recursos y oportunidades. Nos ha enseñado que sacrificar la posibilidad de tener esas oportunidades vitales por miedo al dolor es desaprovechar una oportunidad. La temporalidad en su novela trasciende lo cronológico, ya que su protagonista elige el papel y la escritura como legado porque, cuando tú lo abres, se vuelve a ser contemporáneo, creando así una temporalidad en lo eterno. Y en su propia vida, José Carlos puede decir que se puede ir tranquilo si mañana todo terminara, porque está enamorado hasta el tuétano de cómo son sus hijos como personas. Y como el agua que menciona sus reflexiones sobre la vida, ha encontrado en la escritura de esta novela su propio cauce, uno que no sigue el camino de menor resistencia, sino que se atreve a enfrentar la finitud, la vulnerabilidad y la verdad en su forma más esencial. José Carlos, te agradecemos de corazón por compartir esta mirada íntima a tu proceso creativo. Gracias por enseñarnos a jerarquizar lo esencial frente a la turbotemporalidad contemporánea, por mostrarnos cómo recuperar la jerarquía de la palabra en un mundo dominado por el ruido, por invitarnos a redescubrir el valor de los espacios de silencio y el dol chefarniente. por revelarnos la diferencia entre dialogar y conversar, por defender el erotismo como celebración de la vida y por recordarnos que construir una rutina propia es un refugio maravilloso para tiempos contemporáneos. Tu sabiduría sobre la necesidad de educar la soledad y tu valentía al enfrentar los dilemas morales de la sinceridad nos dejan un tesoro de reflexiones que, como tu libro, invitan a ser releídas y subrayadas. Y terminamos, como siempre, con un nuevo hábito KENSO. Pregúntate, si hoy fuese el último día de tu vida, ¿te gustaría hacer lo que vas a hacer? Si la respuesta es sí durante mucho tiempo, es que tu camino va bien. Nos escucharemos pronto.
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